"Cuando estudiábamos la lección de la escuela sabática a la segunda noche de haber llegado al Colegio Adventista de Chillán, en seguida de nuestra luna de miel, mi esposo me dijo: “Había vuelto de estudiar en el seminario con la idea de estudiar la lección en griego y hebreo, y ahora no puedo”. Enseguida pregunté: “¿Por qué no?” Me respondió; “Porque tú no sabes esos idiomas”. En seguida pregunté, “¿Cuándo vas a enseñar griego de nuevo?”
"Más tarde, cuando estábamos en el Colegio Adventista del Plata, en Argentina, me anunció un día que yo necesitaría enseñar griego ese verano, porque los alumnos que pasaban del plan de tres años de estudio a uno de cuatro años necesitaban estudiar griego en el verano y no había quien lo enseñara. “Si no enseñas griego este verano, los alumnos no van a poder graduarse a fin de año.” Yo había estudiado dos semestres de griego y un estudio independiente de Filipenses. ¡Y así comenzó la cosa! Enseñé griego 1, 2, y 3 repetidas veces. Pero uno de los profesores insistió que no podía enseñar griego 4. “Eso”, dijo él, “es teología y una mujer no puede enseñar teología”. Mi esposo entonces preguntó quién estaba dispuesto a modificar su horario para enseñar esa materia, y como nadie se ofreció, me tocó a mí.
"Cuando mi esposo iba a ser enviado a Andrews a terminar su maestría, me indicó que yo también debía hacer una maestría. Yo pregunté: “¿En qué?” pregunté. Su respuesta fue rápida; “Llevas cuatro años enseñando griego. Puedes hacer la maestría en idiomas bíblicos”. Y así completé la maestría y volví a la Argentina para enseñar griego y hebreo.
Algunos años después de volver de Andrews, mi esposo fue llamado a ser director de educación en la División Sudamericana. En Montevideo no había donde enseñar griego, así que enseñé a los Conquistadores y trabajé como editora asociada en la traducción del Comentario bíblico adventista al castellano. Me resultó un trabajo fascinante.
En 1975 mi esposo fue llamado a enseñar en Andrews. Yo no sabía qué iba a hacer. Llegando me dijeron que hacía falta quien enseñara métodos de investigación. Les hice notar que no había hecho esa clase porque había preparado un libro de texto de griego en vez de tesis. “Sí”, me dijeron, “pero el doctor Sakae Kubo está seguro que Ud. puede enseñar esta materia lo más bien”. Así que enseñé la materia de investigación once veces antes de que nos fuéramos de Andrews en 1984. Me tocó también enseñar investigación a los primeros alumnos del programa doctoral en Sudamérica en tres países. Y para ellos preparé mi primer libro de texto de métodos de la investigación.
"En 1984, mi esposo fue llamado a las Filipinas. Comencé trabajando en la biblioteca y enseñando griego, pero me tocó enseñar en cursos de extensión de varios países. La primera vez que fui a Indonesia, se levantó un alumno y preguntó en inglés: ¿“Por qué Ud. mujer viene a enseñarnos?” Le expliqué que en ninguna parte la Biblia prohibía que la mujer enseñara ni la iglesia decía eso, que yo conocía bien la materia y el seminario me había mandado. “Está bien. Ud. puede quedar”. No hubo más comentarios. En el seminario de las Filipinas, mi esposo desarrolló el doctorado en ministerio, pero pronto me señaló que tenía tantas otras cosas que hacer que me daba la oportunidad de manejar ese programa Fui la primera profesora de tiempo completo en AIIAS.
"Cuando mi esposo fue llamado a ser decano del seminario en Andrews, me dijo que no quería ser mi jefe de trabajo. Así pasé a ser editora de la revista Seminary Studies, desde 1991 hasta 2000. Me gustó mucho el trabajo. Cuando volvimos de nuestra vacación en Chile, me avisaron que iba a ser editora de un libro sobre la ordenación de las mujeres en la iglesia adventista. Hasta ese momento no había tenido nada que ver con la posible ordenación de la mujer y de pronto estaba involucrada en la lucha. Algunos miembros del personal docente apoyaban la ordenación de la mujer al ministerio. Otros, no. Nuestra comisión trató de encarar el asunto con cuidado y se produjo un libro, Women in Ministry en inglés y Mujer y ministerio en castellano.
"Ya jubilado, mi esposo organizó la nueva Universidad Adventista de Africa. Y puesto que Kenya exigía que todo graduado de una maestría debía completar una tesis, la primera materia que se enseñó fue métodos de investigación. Me tocó enseñarla en Nigeria, Zimbabwe y Kenya. Todavía tengo contacto con varios de esos alumnos.
Me apasiona la enseñanza. Sobre todo me gusta enseñar lenguas bíblicas y cómo entender la Biblia. A lo largo de mi vida no me he preocupado de lo que yo quiero hacer, sino más bien de lo que hace falta hacer. Es posible que algunos hayan pensado que mi esposo me estaba dando privilegios especiales, pero en verdad mis actividades tuvieron que ver con las necesidades existentes. Durante los 60 años de nuestro matrimonio hemos trabajado juntos y se han abierto puertas interesantes.
"Ha sido una carrera interesante para una mujer estar tan involucrada en enseñar e innovar. Era un tanto difícil cuando los niños eran pequeños, pero tuvimos la bendición de poder conseguir buena ayuda. Algunos han preguntado: ¿Por qué una mujer hace esto? Yo digo que dónde hay necesidad y Dios muestra el camino, no me queda otra que responder. Ha sido una carrera—una vida—interesante y puedo agradecer a Dios por haberme guiado y dirigido."
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